Disbabelia (Número 3 – Año 2001)

ISBN: 84-8448-095-X – Nº 3/2001
EDITA: Secretariado de Publicaciones e Intercambio Editorial

NICOLAOS POLITIS
Canciones populares neogriegas

Traducción, introducción y notas de ROMÁN BERMEJO LÓPEZ MUÑIZ

La canción popular griega recoge un importante conjunto de cantares transmitidos desde la Antigüedad hasta hoy por vía oral, hasta su reciente recopilación.

Su contenido es tan heterogéneo como la larga historia griega: desde temas de validez universal, como el amor, cantos de cuna, nupciales, de trabajo, o los lamentos funerarios, hasta otros exclusivamente griegos, como las canciones akríticas -que cantaban las gestas medievales en época bizantina- y kléficas, que surgen durante la resistencia frente a la ocupación turca, o los lamentos por la pérdida de Constantinopla.

Pero su principal riqueza es la frescura de la lengua de estas canciones, nacidas directamente del sentir popular y germen del griego actual.

Su versión española permitirá descubrir un impresionante mosaico multicolor, en el que se resume gran parte de la historia griega y los sentimientos universales que en todo tiempo y lugar identifican al ser humano.

 


ROMÁN BERMEJO LÓPEZ-MUÑIZ es Licenciado en Filología Clásica por la Universidad de Valladolid y profesor de griego en E.E.M.M. Ha realizado estudios de postgrado en la Universidades de Atenas y Tesalónica, adquiriendo un sólido dominio de la lengua griega, en toda su amplitud cronológica, que le ha permitido realizar varias traducciones al castellano de autores griegos contemporáneos, como Kavafis, Elitis, Valaoritis, Ritsos y Ioannu.


 

 

PRÓLOGO
 
 
La llamada Canción popular (en griego Δημοтιкό Трαуούδι) es un género literario de transmisión básicamente oral que, como su nombre indica, combina la poesía con la música y, a menudo, la danza.

El canto es una de las manifestaciones culturales universales, presente en todas las sociedades y épocas. El hombre, desde sus orígenes más remotos, ha expresado sus alegrías y sus penas, ha espantado sus temores, ha rondado a la persona amada y ha arrullado a sus niños al son de la música. La canción, acompañada o no de baile, está presente en casi todos los acontecimientos de relevancia social: el nacimiento de un nuevo individuo y su despedida, el matrimonio, la guerra y las festividades de carácter religioso. Además, alivia las fatigas del trabajo, glorifica las hazañas de los héroes locales y transmite de generación en generación el patrimonio cultural de la comunidad. Porque otra de las características del género es su autoría anónima y colectiva y su constante recreación y enriquecimiento.

El cancionero popular griego reúne todos estos elementos, pero, además, presenta algunas particularidades que incrementan su valor: En primer lugar, una larguísima historia documentada, puesto que gran parte de dicho cancionero hunde sus raíces en la propia Antigüedad y se ha conservado sin interrupción hasta la actualidad. Así, las canciones de trabajo, de cuna, los trenos funerarios, presentes en todas las sociedades, pero también la canción de la golondrina, documentada desde época antigua, o las llamadas antiguamente «paraclausithiron», con las que el pretendiente intentaba vencer la resistencia de la amada. Ya en la Odisea encontramos testimonios de estos cantos que entretenían las veladas palaciegas y ella misma, al relatar, a la vez, las aventuras del emigrado y su regreso a la patria y la espera paciente de la esposa, no es sino un largo canto épico «de ausencia», antecedente excelso de las canciones posteriores, mucho más breves pero de la misma índole.

Desde esta perspectiva, la presente colección ofrece sin duda un material muy valioso e interesante para el lector en general y para especialistas de diversas ramas, tales como la etnografía, la crítica literaria, la lingüística y el folklore, entre otras, pero sobre todo para el helenista, por cuanto la canción popular representa una línea de continuidad ininterrumpida entre la actualidad y épocas de mayor gloria para el helenismo, como fueron la Antigüedad clásica y el Imperio Bizantino. Pero, además, son un tesoro inapreciable para el filólogo, porque estas canciones son el germen verdadero de la lengua actual, lo que hoy entendemos por «griego moderno». Cuestión en absoluto baladí para la historia de la lengua griega.

En lo que se refiere al contenido, como es de esperar, el repertorio es bastante heterogéneo. Algunas categorías, como hemos apuntado, remontan a épocas pretéritas por su propia condición, mientras que otras refieren a circunstancias históricas específicas y concretas.

Así, como es lógico, no faltan canciones de tema universal como las del amor, de cuna, de trabajo, o los lamentos funerarios, de honda raigambre griega.

También las canciones que hermanan en tonos líricos al hombre con la naturaleza y propician la armonía con el entorno natural heredan de la tradición griega elementos procedentes del antiguo orfismo o los misterios eleusinos, que adoraban a la divinidad ancestral Madre-Tierra.

Los trenos tradicionales que lloran la pérdida de un ser querido, de fuerte raigambre en la antigüedad, se transforman ahora en un subgénero particular, protagonizado por «Caros», el antiguo barquero del infierno, Caronte, que se convierte en una personificación de la muerte.

Otro grupo, relativamente más reciente y con paralelos contemporáneos en la literatura occidental, canta algunas de las hazañas trascendentales en la historia griega. Este género florece especialmente en el periodo bizantino, cuando el Imperio pugnaba duramente por sobrevivir a los múltiples ataques e intentos de invasión, y se las denomina «canciones akríticas», por sus protagonistas, los «akritas», un cuerpo especial de soldados-terratenientes destinados a defender las fronteras más amenazadas, sobre todo las orientales. De este tipo de cantares, específicamente griegos, pero similares a los cantares de gesta occidentales, surge en el siglo XI el más famoso de los cantares épicos de la literatura bizantina, el Digenis Akritas, considerado el primer monumento de la literatura griega moderna, fruto precioso de la «despreciada» (en la Corte e instancias oficiales) lengua popular, es decir, la lengua hablada por el pueblo, que había evolucionado espontáneamente desde la koiné.

Durante los largos siglos del Imperio Bizantino, la lengua popular se refugió prácticamente en la poesía y, sobre todo, en estas canciones que el pueblo repetía, ajeno e ignorado por la literatura «culta», que volvía sus ojos a la gloriosa tradición clásica e imitaba artificialmente el dialecto ático fenecido siglos atrás. Así quedó consagrada la diglosia que, desde el siglo II p.C. hasta hace bien poco escindió la lengua griega en dos niveles que transcurrieron separados.

Otro género exclusivo de la canción popular griega es el que lamenta la pérdida de la capital, conquistada por los turcos otomanos en 1453. Cuando el Imperio, agotado, reducido prácticamente a los estrechos límites de La Ciudad -por antonomasia-, Constantinopla, ceda finalmente a los embates del invasor, un nuevo subgénero surgirá directamente de labios del pueblo: un género hondamente arraigado, por otra parte, en la tradición helénica: los trenos (cantos fúnebres) con un tema monográfico: la Caída de la Ciudad. Los más conmovedores lamentos ensalzarán su antiguo esplendor y belleza, perdidos para siempre a manos del infiel.

Otro fenómeno vinculado a las difíciles condiciones históricas que ha vivido el pueblo griego en diversos momentos -el exilio y la emigración- ha tenido también su expresión popular, a través de las canciones de ausencia, en las que la mujer llora su soledad y la lejanía del esposo, y el emigrado recuerda con dolorosa nostalgia la bella patria abandonada a la fuerza. Desde el antecedente de la Odisea hasta la actualidad, muchas son las canciones que desarrollan este tema, tanto desde el interior de la patria como en la Diáspora. No hay que olvidar el trascendental papel que estos griegos desempeñaron en el sostenimiento de la resistencia interna frente al turco, el apoyo a la educación y la conservación de la lengua griega y, finalmente, a la sublevación que los llevaría a la libertad y la independencia en 1821.

Naturalmente, la Revolución Nacional que soltó las cadenas y el yugo opresor fue un rico caldo de cultivo para la canción popular, que encontró abundantes motivos heroicos en la historia real. Cabe destacar la presencia de mujeres como protagonistas de hazañas singulares. En este marco se puede incluir también otra de las categorías de la canción típicamente griega: la llamada «kléftica», porque ensalza las hazañas de los bandoleros (kleftes) que, refugiados en las montañas, asaltaban los caminos e instigaban a las autoridades turcas con tácticas guerrilleras.

La vitalidad y vigencia actual de la canción popular se puede constatar aún hoy, especialmente en Creta, isla amante de sus tradiciones. Las llamadas «mantinades» son baladas de origen italiano que se integraron perfectamente en la peculiar idiosincrasia cretense. De carácter eminentemente lírico, expresan sentimientos diversos: el amor, la alegría y la tristeza, el despecho, e incluso la sabiduría popular expresada en pareados gnómicos.

Otras clasificaciones posibles atienden, no al contenido sino a la ocasión en que se expresan las canciones, que condiciona el ritmo, el verso y, naturalmente, el tono. Así, existen canciones festivas o «de mesa», otras de tema épico y ritmo marcial, entre las que se incluyen himnos y marchas, y, finalmente, canciones «de baile», que abarcan temas diversos, desde amorosos a épicos y narrativos.

Este ingente patrimonio oral despertó la admiración de los primeros viajeros occidentales que se adentraron en la Grecia aún ocupada a partir de los siglos XVI y XVII y que procedieron a recopilarlas y editarlas. La primera antología seleccionada con criterios modernos, es decir, «científicos», es la del francés Claude Fauriel, publicada en plena guerra de liberación, en 1824. A ésta siguieron otras muchas en el siglo pasado, fuertemente impregnado de un romántico sentimiento filohelénico, y el actual.

Pero, además, como dijimos anteriormente, el cancionero griego cuenta con un valor añadido para la historia de la lengua griega, por cuanto se la considera precedente directo de la lengua moderna.

Durante siglos, y especialmente en el periodo bizantino, la lengua griega se vio escindida en dos niveles, uno culto, a imitación del ático clásico, que era utilizado como lengua oficial del Imperio, y en el que se genera el grueso de la producción literaria, y otro popular, evolución natural de la antigua koiné, que sobrevive oralmente en la canción popular, y poco a poco traspasará determinados géneros literarios, como la épica y parcialmente la poesía y la novela. Las raíces de la lengua griega actual, se hunden, por tanto, en estas canciones populares, que, como se comprobará en el presente volumen, abarcan temas y estilos muy diversos.

Esta versión castellana, la primera en nuestra lengua, es por ello, un documento muy estimable tanto para helenistas como para historiadores, etnógrafos y estudiosos del folklore, así como para el lector común.

El resultado de la traducción, dadas las dificultades previas de trasladar un material tan heterogéneo a una lengua distinta, con la consiguiente pérdida de la rima, la musicalidad y el bagaje cultural inherentes al original, es realmente brillante, pues conserva en gran medida el ritmo, la frescura y el nivel popular de la lengua e, incluso, en algunos casos, la rima.

Aunque inevitablemente cercenadas por la ausencia de la música y el colorista y sentido baile griego, estas canciones resultarán, sin duda, familiares al lector hispanohablante y su versión castellana contribuye a acercarlo al mundo griego moderno, injustamente desconocido en nuestro país.

Amor López Jimeno

 
 
 
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