Vertere (Volume 15 – Année 2013)

ISBN: 84-96695-75-7 – Nº15/2013
EDITAN Y EVALÚAN Diputación Provincial de Soria y
Ediciones Universidad de Valladolid (EDUVA)

 

JANA KRÁLOVA y
MIGUEL JOSÉ CUENCA DROUHARD

Jiřý Levý: Una concepción (re)descubierta

El libro pretende contribuir a los actuales debates sobre la diversificación metodológica de la traductología. La selección de los trabajos fundamentales de Jiří Levý (1926 – 1967) respeta el orden cronológico de su primera aparición y pone énfasis en sus raíces metodológicas. El primer capítulo incluye el prólogo y el epílogo de České teorie překladu [Teorías checas de la traducción] (1956). El segundo se centra en los conceptos fundamentales de su obra clave Umění překladu [El arte de la traducción] (1963). Los capítulos que siguen incluyen los textos publicados en su obra póstuma Bude literární věda exaktní vědou? [¿Será la teoría literaria una ciencia exacta?] (Praha, 1971): la versión abreviada de su estudio Geneze a recepce literárního díla [Génesis de la obra literaria y su recepción], el texto reducido del trabajo Čapkovy překlady ve vývoji českého překladatelství a českého verše [Las traducciones de Karel Čapek en la evolución del arte de traducir y del verso checos], y el estudio Bude teorie překladu užitečná překladatelům [¿Será la teoría de la traducción útil para los traductores?], que resume las líneas generales de la concepción del autor checo.

 


 

 
Materia destacada Thema:   CFP : Traducción e interpretación
Materia destacada IBIC:    CF : LINGÜISTICA
Materia IBIC:   CF : LINGÜISTICA
 

 


JANA KRÁLOVA. Catedrática de Filología Románica (Lengua Española), Instituto de Traductología, Facultad de Filosofía y Letras, Universidad Carolina de Praga, República Checa. Subdirectora del Instituto. Responsable de la sección del español. Líneas de Investigación: Lingüística contrastiva (español-checo), Teoría y metodología de la traducción, Historia de la traductología, con especial énfasis en la Escuela de Praga y en las concepciones hispánicas. Miembro del Comité Científico de la serie Hermēneus, editora de Translatologica Pragensia, miembro de consejo de redacción de Linguistica Praguensia, Lingua viva y del comité lector de Écho des Études Romanes, directora del proyecto de investigación Posibilidades y límites de la comunicación intercultural (2009 – 2011). Autora de estudios y artículos publicados en la República Checa, Eslovaquia, Alemania, Austria, Brasil, Cuba, España y México. Autora y coautora de varios métodos de español para los alumnos checos.

MIGUEL JOSÉ CUENCA DROUHARD. Licenciado de la Facultad de Traducción e Interpretación de la Universidad de Granada (1994). Especialidad interpretación. Lenguas extranjeras de trabajo y de estudio: francés, inglés y checo. Traductor autónomo desde 1996. Alumno de doctorado en el Instituto de Traductología de la Facultad de Filosofía y Letras, Universidad Carolina de Praga. Línea de estudio: historia de la traducción. Título de la tesis: “Influencia del polisistema receptor español en la traducción de la literatura checa en el periodo 1939-2000”. Desde 2007, profesor de traducción e interpretación checo-español en la institución mencionada. Participante en el proyecto de investigación “Posibilidades y límites de la comunicación intercultural”, destinado a la presentación de la obra del traductólogo checo Jiří Levý al público hispanohablante. Autor de artículos y estudios publicados en la República Checa, Eslovaquia y España.



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PRÓLOGO
 
Levý, un pensador minorizado de la traducción

 
Si en algún sector de la vida pública mundial parece cumplirse el pronóstico, que no vaticinio o profecía, de McLuhan (el de la aldea global en la que “el medio es el mensaje”), este es el ámbito de las lenguas. La aldeanización lingüística nos ha venido impuesta por una divinidad, la monetaria, que no permite la bella (y útil) confusión comunicativa postbabeliana. Desde la caída del muro de Berlín, la utilización de una sola “lingua franca” en la comunicación internacional está llevando a una situación de empobrecedora relación monolingüe que a duras penas tolera lo que antes se llamaba “lengua materna”, a no ser en la medida en que esta madre se maride con el omnipotente señor de la comunicación imperial, el inglés. Este proceso de bilingüismo (lengua materna+lengua franca) impuesto estrecha no solo los canales sociales e internacionales de comunicación, sino también, lo que es más grave, del intercambio cultural. El proceso de aldeanización cultural y lingüística es galopante e imparable: sociedades y gremios que anteriormente se expresaban en varias lenguas (las del llamado Bloque del Este, por ejemplo, tenían un marcado plurilingüismo que abarcaba el inglés -por necesidad-, el alemán -por vivencia histórica y referencia a una de las potencias del Bloque- y ruso -por dependencia de la potencia “protectora”-) ven hoy día reducido su capital lingüístico al uso de dos lenguas (la propia y el inglés) y a una civilización globalizada que, expresada solo en inglés, pierde matices, variedades, riquezas conceptuales y afectivas. Gremios como el científico o el del pensamiento, que anteriormente admitían una paleta variada de lenguas de comunicación tales como el alemán y el francés, hoy en día se ven sometidos a la expresión inglesa, en ocasiones minimalista, de sus propuestas e intercambios ideológicos. Cabe preguntarse si dentro de poco no tendremos que leer a Descartes o a Kant en inglés. Naturalmente, si es que alguna vez llegamos a ello, es decir, a leer a Descartes o a Kant. Para colmo de males, la terminología ha pretendido hacernos creer que todo es conocimiento “duro”, sin matices, y que, fijada en cada una de las especialidades del saber, se han resuelto los problemas de la comunicación, cuando en realidad con ello solo se aminoran, cuando no se complican. “Cliquear”, término bendecido por las terminologías, tiene la misma exactitud científica que “pulsar”. En fin, que nos expliquen si no la dureza y exactitud presente en esa “llave maya” con la que los costarricenses indican el prosaico útil que llamamos USB, alias “pincho”.

Este doble proceso de monolingüización (internacional) y bilingüización (nacional) ha venido generado un ”comodismo” (quizás papanatismo) o tendencia acomodaticia que pretende justificar la ignorancia de aquello que no esté expresado en inglés. Los elencos de bibliografía del ramo traductológico son buena muestra de ello. Tesis doctorales existen, sobre todo, en España (y se nombra el pecado, que no al pecador), en la que no figura ni un solo título en una lengua de 400 millones de hablantes y que produce miles de títulos específicos. En todo caso, quien no se consuela es porque no quiere, porque “siempre nos quedará” el mundo de la pasta italiana como refugio para una expresión rebelde frente a una globalización lingüística anglófona.

Y estas que pueden parecer disquisiciones fuera de tiesto, no son tales, sino reflexión obligada a la hora de presentar, que no justificar, el trabajo que aquí se ofrece al público del gremio y que recoge en sus textos lo nuclear del pensamiento de Jiří Levý. El caso de este filólogo checo (habría que decir checoslovaco?) es un ejemplo de este proceso al que aludimos y que, cuando él vivía y escribía, era solo tendencia. Hoy en día es brutal realidad que avasalla en el ámbito de la expresión cultural y científica.

El volumen que se presenta y cuya confección (más habría que decir de “alta costura”) ha sido realizada por la Profa. Králová, alma de los estudios de la traducción en la Universidad Carolina de Praga, y Miguel Cuenca, compatriota nuestro radicado en Praga para servir de puente entre dos culturas, más que distantes, de espaldas, es una prueba de la minorización que sufrió un gigante del pensamiento traductológico cuando este estaba todavía en mantillas. A causa precisamente de su vehículo lingüístico o, mejor dicho, de su lengua vehicular: el checo. La dependencia que, sobre todo a partir de los años noventa, los estudios de la traducción han manifestado de la lengua vehicular internacional, el inglés, ha hecho de sus doctrinas traductológicas humo de pajas, a pesar de que desde hacía tiempo corriera en versión alemana y, muy parcialmente, en versión española. En otro lugar ya hemos señalado la recepción crítica 0 que las teorías de la traducción de Levý experimentaron, no solo en Alemania o en Francia, países en los que, a menudo, lo valiente de la autopercepción sí quita lo cortés de la heteropercepción, sino también en España, país donde los estudios de la traducción han experimentado un desarrollo que podríamos calificar de frenético. Es este un dato que nos invita a pensar que con frecuencia sembramos en roca. O que lo que sembramos no se recoge. Pues ¿de qué podrán servir brillantes teorías de la traducción, realizadas muchas veces de manera contrastiva por pares lingüísticos (tipo “traducción alemán-español”), si la praxis lingüística y traductora, como se ve, va dejando espacio a una expresión monolingüe que limita el campo de aplicación de la traducción? ¿Tendrá sentido el construir una bella teoría de la traducción sobre el par lingüístico checo-español si mientras tanto lo que pretendemos es que los teóricos de la traducción de los respectivos países se expresen solo en inglés y que todo texto producido vaya acompañado de su versión inglesa? ¿Será el destino de nuestros estudios una bipolaridad, múltiple pero bipolar en todo caso: inglés/francés; inglés/alemán o inglés español, pero nunca alemán/español?). Este reduccionismo lingüístico en el que nos movemos, ¿no será una empresa semejante a aquella que los ingenieros y arquitectos mesopotámicos del barro pretendieron que llegara al cielo?

Por suerte, la traducción literaria, no la del imperio realmente existente, que no traduce, sino la de las naciones (también minorizadas, pues no hace falta más que ver las proporciones de literatura inglesa traducida y compararlas con las del resto de las naciones) es todavía un reducto donde se permiten la diversidad, las identidades, los pormenores: aunque, ¿quo usque? La traducción es, por definición, el reino de la diversidad y de las múltiples identidades que, sin embargo, hablan éticas de universalidad. Levý optó por expresarse en checo: He ahí una de sus grandezas… y de sus limitaciones. Aquella, libremente elegida (él dominaba el inglés, el francés, el español y el ruso), esta, impuesta por un público cada vez más analfabeto a pesar de su pretendido bilingüismo. Su obra más importante aparecida en 1963 llevaba como título Umění překladu : el “arte” de la traducción, nombre bautismal que contrastaba con los que por aquella época se iban proponiendo e imponiendo a la especialidad en el ámbito de los nacientes estudios de la traducción, más tarde inscritos en el registro civil de la investigación y de nomenclatura oficial de la pedagogía como traductología, translatología o teoría de la traducción, es decir, como ciencia, logos. En efecto, los estudios de la traducción pretendían optar por formulaciones exactas en una época en la que lo “duro”, lo exacto, las ciencias duras cobraban un prestigio que hoy en día nos avasalla, en parte por la falta de resistencia a su pretendido valor absoluto. Levý, en un trabajo anterior, fundador de la historiografía de la teorías traductivas, Las teorías checas de la traducción (1957) optaba por una visión del tema más blanda, más sensible con la naturaleza de “la cosa en sí” (aquella que Kant definía como objetivo inalcanzable del proceso cognitivo pero que siempre se debe respetar so pena de caer en el solipsismo) al proponer que “la teoría de la traducción es parte integrante del sistema de opiniones estéticas de una época” (pag. 43).

Opiniones estéticas: El dejar la teoría en el plano de la “opinión” (bendita actividad mental y social cuya libertad se defiende pero cuyo ejercicio poco se tolera), suponía un gran atrevimiento, sobre todo en la época y en el contexto en el que él lo escribía. Lo monolítico de aquel pensamiento integrado en un sistema único difícilmente podría admitir la diversidad de opinión, bien que, al situarla en el ámbito de “invisibilidad social” que padece la traducción, quizás se considerara menos dañina.

Lo cierto es que las aportaciones de este coloso del pensamiento de la traducción fueron ignoradas tanto dentro (aunque menos) como fuera del Bloque, a pesar de ser época de grandes lingüistas políglotas (Coseriu, Mounin, Wandruszka) y no recibieron la consideración de la que se hacían merecedoras a partir de un análisis objetivo de las mismas. Lo cierto es que sus teorías quedaron marginadas y desconocidas a causa de estos factores a los que aquí aludimos y, quizás, de muchos otros que se nos escapan. En el Oeste, la sola existencia de una versión a una lengua “mayoritaria”, la alemana (Die literarische Übersetzung, 1969), le salvó de perecer en el olvido a la espera de que tiempos venideros nos lo descubrieran como ¡terra ignota! El hecho de que el, más que avispado, clarividente traductor de la obra checa al alemán realizara su versión a los poco años de su aparición en Praga indica la transcendencia y calidad que algunos supieron percibir en la obra. El que esto escribe conoció sus teorías (que incorporó a su antología de pensadores de la traducción [1]) gracias precisamente a esa versión. Hoy en día, la voluntad y tenacidad (pues ardua tarea debe haber sido) de unos estudiosos connacionales (de nacimiento la una y de adopción el otro) del autor se han empeñado en sacar sus rendimientos conceptuales, más que del olvido, del desconocimiento. La presente antología posibilitará al público español interesado la consulta directa de uno de los pensamientos más originales de la traducción. Vaya por delante la felicitación a los autores de esta antología, cuya elaboración ha debido ser más que ardua, por haber dado remate a una idea que viene a llenar un hueco importante en la bibliografía española de la traducción.

Como novedades (todavía hoy), absolutas o relativas pero importantes, que aporta el pensamiento de Levý a la reflexión traductológica señalaría, entre otras muchas y para no repetir lo propuesto por los introductores del volumen, fundamentalmente dos: en primer lugar, la importancia de la consideración histórica del ejercicio de la traducción (rara avis en el ejercicio reflexivo sobre la traducción que ordinariamente, y por desgracia, relega lo histórico al ámbito de la que considera pordiosera filología) y, en segundo lugar, la consideración de la traducción como parte del sistema literario de una lengua. Un solo pasaje entresacado de su primera obra, Teoría checas de la traducción, será suficiente para comprobar el aserto:

En estos treinta años han visto la luz algunos trabajos de síntesis sobre la historia de la literatura checa. Sin embargo no se ha dado ni un solo paso para llevar a cabo un trabajo histórico-literario sobre una parte grande y muy importante de nuestras letras, es decir, la traducción.

Por otra parte, solo podremos encarar este trabajo cuando hayamos examinado (y no solo desde el punto de vista filológico), como mínimo, las manifestaciones más significativas de nuestra traducción; cuando hayamos no solo descrito el destino de los clásicos extranjeros más destacados en la literatura checa, sino también hayamos llevado a cabo la recopilación del contenido y diferenciación interna de la literatura traducida en las distintas etapas culturales y una vez hayamos determinado sus relaciones con la literatura original.

Voila l´histoire. Cual postulado de Arquímedes traductológico, esta propuesta de Levý se adelantaba muchos años a las que después propondría, todavía con carácter pionero, el francés, prematuramente desaparecido, Antoine Berman. Faltaban muchos años para que este, en sus seminarios de traducción científica en la Sorbona, dedicara uno de ellos a la historia de la traducción en Francia (1987), seminario del que quizás surgiera su acendrada conciencia histórica. Quizá por eso, clarividentes profesionales de la investigación traductiva en Chequia han dedicado sus esfuerzos a determinar la literatura nacional traducida y sus “relaciones con la literatura original”. Solo mencionaremos, por lo que nos afecta, los de Mirolav Uličný [2], colega de los autores del trabajo que se presenta. Este mismo trabajo, el de Králová/Cuenca, es un ejemplo de este “historicismo” que actualmente se nos impone para suplir los decenios en los que la “razón histórica” estuvo desterrada de los estudios científicos de la traducción.

Al lado de estos aportes básicos que Levý rinde a la reflexión traductológica y dejando aparte el del valor opcional/decisorio de la traducción que actualmente parece haberse descubierto (como siempre se descubre el descubierto Mediterráneo) mal y tarde, cabría mencionar otros postulados o axiomas que, siempre con carácter pionero y de manera explícita o implícita, alcanzó a formular, tales como el de la naturaleza comunicativa de la traducción (“Traducir es comunicar”), el de la importancia de los implícitos colectivos del mensaje (“el autor como sujeto no es solo un factor individual”), el de la integración de la tradicional dicotomía fondo y forma en un único deber de la praxis traductora (“El traductor debe traducir el contenido ideológico y estético y el texto no es sino su portador”), el de la “caja negra” del traductor (“la comprensión subjetiva del texto es una fenómeno digno de estudiar […] el traductor se vea influido no solo por la situación cultural objetiva, sino también por sus predilecciones personales”) y muchos otros cuya mención aquí solo tendría lugar a título de invitación a la lectura y estudio del trabajo de Králová y Cuenca con el que estos rinden un servicio inestimable a un conjunto de gremios que tienen como común denominador su relación con la humilde, socialmente humilde (aunque quizás habría que recordar, y corregir, a la “santa”: Dios se halla, sobre todo, entre los pucheros) tarea de la traducción: profesionales de la traducción, profesionales de su enseñanza o simplemente aficionados a la reflexión sobre la comunicación.

Tras la lectura de muchos de los pasajes de la obra, en la mente surge de manera espontánea el cuestionamiento leviniano: Bude teorie překladu užitečná překladatelům? (Será la teoría de la traducción útil a los traductores). Sí, sin duda. Y también agradable, según el lema que Horacio propuso para la expresión más acendrada del pensamiento: el de la poesía. Prodesse et delectare, tal es la función o calificación de lo que aquí se nos propone. O con otra formulación no menos cargada de humanismo: dulce,utile et decorum.
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Miguel Ángel Vega Cernuda


[1]: Textos clásicos de teoría de la traducción. Madrid: Cátedra, 1994. La selección de una decena de páginas de El arte de la traducción que allí presentábamos debería haber llamado la atención sobre la importancia del teórico checo. No fue así.

[2]: El trabajo de Miloslav Uličný, Historia de las traducciones checas de literatura de España e Hispanoamérica (Praga, 2005) es buena prueba de esto que aquí decimos.

 

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