Disbabelia (Número 10 – Año 2004)

ISBN: 84-8448-304-5 – Nº 10/2004
EDITA: Secretariado de Publicaciones e Intercambio Editorial

EREC de HARTMANN VON AUE

Prólogo de JUAN MIGUEL ZARANDONA
Introducción de MARTA E. MONTERO
Traducción y notas de EVA PARRA MEMBRIVES

 


Hartaman Von Aue (1160- después de 1210), probablemente ministerial, poeta de educación exquisita, introdujo en zona alemana la novela cortesana de tema artúrico. Sus obras Erec, la pionera, y posteriormente, Iwein, alcanzaron un éxito tal en su época, que transformaron profundamentela concepción de lo literario, originando uno de los períodos más fértiles de la historia de la literatua alemana. Erec, la historia de un caballero que pierde su honor por atentar contra la virtud de la mesura de amar con demasiada intensidad a su esposa, sentará las bases tanto formales como temáticas de lo que habrá de ser, en Alemania, la novela cortesana será tomada como modelo por grandes autores del Medievo como Wint von Gravenberg o Konrad von Würzburg.


 

 

PRÓLOGO
La literatura artúrica: un recorrido único
 
 
Toda una suerte de sucesos felices contribuyó, en la Alta Edad Media europea, a la expansión de la materia de Bretaña o materia Artúrica más allá de sus estrechas fronteras celtas de las islas Británicas o de la Bretaña continental. Dicha materia no estaba destinada a permanecer, indefinidamente, en tal encierro. Tanto aquellos bardos galeses, gracias a la conquista normanda de la Inglaterra de los anglosajones en 1066, como sus colegas bretones, todos ellos con sus argumentos y personajes maravillosos y sentimentales, inesperadamente conquistaron el interés de las cortes más elegantes de Francia, y desde allí el corazón de toda Europa, Alemania de manera muy particular. La traducción del Erec de Hartmann von Aue (ca 1180), por primera vez en español gracias al talento y a la entrega traductora y empeño generoso de Eva Parra Membrives, regala la posibilidad de adentrarse en el universo artúrico lejano en el tiempo, pero muy actual en valores espirituales y belleza estética, a los lectores españoles y de lengua española en general. Se trataba de un pequeño gran tesoro de las letras germanas que aún no habíamos, para lamento de propios y extraños, conquistado o hecho nuestro gracias al milagro multisecular de la traducción. Por eso esta traducción además de ser una traducción es todo un hito cultural.

Pero el Erec pertenece no sólo al ámbito de la literatura alemana medieval. El Erec pertenece, de todo derecho, al ámbito universal de la fantasía literaria creadora del hombre occidental, a una de las tradiciones más inagotables, versátiles y maleables, para bien, que dicha fantasía ha producido desde que hace quince siglos un caudillo, celta y bretón romanizado, se enfrentara, tal vez, a los invasores germánicos en su querida Albión.

Sin embargo, si matizáramos un poco más nuestro enfoque o acercamiento para retornar a la literatura alemana, la de todos los tiempos, invito a los lectores de la traducción de Eva Parra a interesarse, a saber más y a conocer una tradición artúrica única y a gozar con ella, en lengua gemánica o en español: la de la nación de los Nibelungos, que también lo ha sido muy a menudo de Arturo, de Tristán o de Perceval.

Durante el siglo XII, en tiempos de Cruzadas y cruzados, nobles alemanes se expusieron y aficionaron a los atractivos asuntos de Arturo en las cortes de Francia y se llevaron el tesoro a sus respectivos territorios, y, una vez asentados, las semillas, en forma de manuscritos, de Chétrien de Troyes por ejemplo, se tradujeron y adaptaron y pronto dieron su fruto exquisito. De esta forma, enseguida, los lectores de Eva Parra podrán descubrir a Hartamm von Aue y sus Erec y Iwein (ca 1200), a Wolfram von Eschenbach y su Parzival (1200-1210) y a Gottfried von Strassburg y su Tristán: los tres pilares eternos de la materia artúrica alemana de todos los siglos, los pasados y los por venir. Pero no fueron los únicos. El siglo XIII conoció a otros muchos talentos: el Lanzalet de Ulrich von Zatzikhoven, el Wigalois de Wirnt von Grafenberg, el Diu Crône de Heinrich von dem Türlin, el Gauriel von Muntabel de Konrad von Stoffeln, el Jüngerer Titurel de Albrecht von Scharfenberg, etc.

El brillante cierre artúrico de la Edad Media fue protagonizado por las varias obras del siglo XV de Ulrich Fuetrer, antes de perder buena parte de su atracción para los espíritus de los pueblos europeos por algunos siglos, obsesionados por el clasicismo. El retorno en Alemania, parejo al de otros muchos lugares, se produjo a finales del siglo XVIII, y el gran retorno, o auge encendido, a finales del sigo XIX. Es la época del volver a la Edad Media, a Wolfram o a Gottfried por ejemplo, al folclore, a la épica, a las leyendas o a los cuentos de hadas. Los lectores, si mantienen si interés todavía, cosa que no dudo, deberían acercarse a Friedrich Schlegel y su edición de la traducción de su futura esposa Dorothea del clásico medieval francés Roman de Merlin: Geschichte des Zauberers Merlin (1804). Por supuesto, a las óperas de Wagner, el heredero en influencia y talento de los medievales: Lohengrin (1847), Tristan und Isolde (1859) y Parsifal (1877-82). No fue el único interesado en aquellos años, pero no conviene facilitarles tanto la búsqueda a los lectores.

La pasión germana por lo artúrico no sobrevivió durante las dos Grandes Guerras del siglo XX, ni el periodo intermedio o el inmediato posterior. Aquello no tenía nada que ver con el delicado halo de la sabia belleza artúrica. Sólo se cuenta como una notable excepción: Thomas Mann, como fue el caso de las innumerables alusiones artúricas de su Der Erwählte (1951).

Pero la Materia volvió una vez más a Alemania en los años setenta, pero esta vez el mundo de la literatura y otras artes próximas había vuelto a cambiar de forma radical, también para la creación de esta temática: el gran universo artúrico angloamericano de la literatura popular, cine, televisión o cómic vino en ayuda del arturismo alemán, como del del resto del mundo. Una traducción de 1983 de la popularísima novela The Mists of Avalon, de Marion Zimmer Bradley, se mantuvo durante setenta y cinco semanas en la lista de libros más vendidos de Alemania. Renacieron, al tiempo, la edición de clásicos medievales, la traducción, desde el inglés sobre todo, la crítica y la creación artúrica original de la gran nación centroeuropea. Y esto fue así tanto en la República Federal como en la República Democrática. Algunos nombres y títulos: Maria Christiane Benning y su Merlin der Zauberer und König Artus, Ruth Schirmer y su Tristan (1969), Werner Heiduczek y su Seltsame Abenteuer des Parzifal (1974), Günter de Bruyn’s y su Tristan und Isolde (1975), Ulla Leippe y su Artussagen neu erzählt (1978), etc.

Se trata de un recorrido apasionante. Así lo sabrán comprender los lectores de Eva Parra Membrives.

«Cabalgaron entonces ambos
a través del bosque hacia la pradera
hasta que el día los abandonó
y comenzó la noche.
Bellamente brillaba la luna.
Hacia aventura sin rumbo
cabalgaba el buen caballero Erec.»

 
 
Juan Miguel Zarandona

 
 
 
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